La mayoría de los hechos que
atiende la policía, tienen en alguna medida la tendencia oculta a convertirse
en una crisis. Una llamada por un vagabundo, un altercado de violencia
familiar, un accidente de tránsito, etc. Estos episodios llevan en el fondo esa
cuota de incertidumbre que en pocos segundos puede convertir un procedimiento
rutinario en una crisis de escasa incidencia o de magnitud inesperada: Ese
vagabundo que se resistió a su arresto y lesionó al oficial; aquella discusión
conyugal que acarrea ataques de histeria, lesiones y hasta involucró un
homicidio pasional o este accidente que termina con el linchamiento del conductor
que arroyó a un menor.
En realidad esa tendencia se
manifiesta o se disipa, en muchos de los casos de acuerdo al grado de
preparación del policía que toma el primer contacto para saber manejar la situación.